15 años del ICTJ: Unas palabras del presidente David Tolbert

15/12/2016

Apreciados amigos y aliados del ICTJ,

Les invito a unirse a la conmemoración de los 15 años de existencia del ICTJ durante los cuales ha habido muchos momentos trascendentales, para nuestra organización y para la lucha mundial por la justicia.

En una ocasión, un destacado defensor de los derechos humanos me dijo: “Si el ICTJ no existiera, habría que crearlo”. Los 15 años de vida del ICTJ demuestran una y otra vez, en diversos países, la validez de esa afirmación: el mundo necesita al ICTJ. En esta turbulenta época para el planeta, su labor y su enfoque son aún más cruciales.

Durante los últimos siete años he tenido el privilegio de ser el presidente del ICTJ. En este periodo he contemplado su importante labor en contextos muy diversos y difíciles: desde Túnez a Bogotá, pasando por Kinshasa, Beirut o Katmandú, entre otros. Ya antes de entrar en esta organización había observado cómo el extraordinario trabajo del ICTJ demostraba su compromiso con las sociedades que toman medidas para afrontar dolorosos capítulos de su historia.

Aunque los lugares y los problemas han ido cambiando con el tiempo, el compromiso fundamental del ICTJ, de su equipo y sus aliados, ha sido constante: promover la justicia, la verdad, la reparación y el respeto a los derechos de las víctimas. Nuestro enfoque emana de valores profundamente arraigados en la dignidad de los seres humanos y su derecho al respeto y la reparación cuando se vulneran sus derechos. En última instancia, las sociedades se basan en la confianza y cuando ésta se quiebra es preciso reconstruirla.

Es cierto que la labor de la justicia transicional —que consiste en pedir a las sociedades que se miren atentamente en el espejo para empezar de nuevo— es enormemente difícil, pero la experiencia demuestra que, para recorrer la senda que conduce a la confianza y, desde luego, a una sociedad basada en el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, hay que afrontar los pasados problemáticos y debatirse con ellos, no hacer como si no existieran.

Sirva un ejemplo muy reciente: el mes pasado estuve en Túnez, donde asistí a una nueva y trascendental fase de la lucha por la verdad y la justicia que ese país inició hace cinco años, con la Revolución de los Jazmines que derrocó a Zin el Abidín Ben Alí. La Comisión de la Verdad y la Dignidad celebró sus primeras audiencias públicas, lo cual permitió a la población escuchar a las víctimas de la dictadura, cuyas comparecencias ante ese organismo llegaron, a través de importantes canales de televisión e internet, a una amplia audiencia tunecina e internacional.

El discurso sobre el pasado y el futuro de Túnez cambió cuando madres de jóvenes asesinados durante las manifestaciones contra Ben Alí, prisioneros políticos torturados en centros de detención y familias de activistas desaparecidos a la fuerza recuperaron su voz ante un público de millones de personas, gracias a medios de comunicación normalmente reservados a los poderosos y las élites. El impacto inmediato se puede constatar en los debates registrados en los medios tradicionales y en redes sociales, donde miles de personas discuten sobre la necesidad de enmendar los errores del pasado para poder construir una sociedad más fuerte, basada en unos derechos y una dignidad universales. La Comisión de la Verdad y la Dignidad ya se ha convertido en una inspiración para muchos ciudadanos, y no sólo del mundo árabe, que ven en ella un ejemplo de cómo un país puede afrontar la verdad sobre un pasado doloroso. Estoy enormemente orgulloso de la contribución del ICTJ a este hito histórico.

Nuestra labor de apoyo a iniciativas como ésta se realiza con frecuencia entre bastidores, lejos de las cámaras y los focos, pero espero que con esta presentación sobre los 15 años del ICTJ puedan hacerse una idea de nuestros ideales, compromisos y estrategias. Muestra cómo el trabajo del ICTJ tiene que ver con cuestiones de lo más espinosas, entre ellas el papel de la justicia en los procesos de paz y asuntos absolutamente cruciales de las transiciones como, por ejemplo, la participación de las víctimas y las comunidades afectadas o el objetivo último de reconciliar a las comunidades.

Igualmente hay que subrayar la contribución del ICTJ, tanto a un aspecto clave de la justicia transicional como es el género, sobre todo en vista de la epidemia de agresiones sexuales que asola las zonas en conflicto, así como a la difícil problemática que rodea a niños, niñas y jóvenes en zonas de conflicto.

Aunque la mayor parte de la labor del ICTJ se realiza en las propias comunidades afectadas, también nos hemos tomado en serio la necesidad de compartir nuestra experiencia con legisladores, políticos, líderes de opinión y el público en general. En consecuencia, las páginas siguientes también subrayan algunas de las importantes políticas que ha propuesto el ICTJ.

Asimismo, destacamos nuestras innovadoras investigaciones y publicaciones sobre multitud de temas, entre ellos la justicia transicional y la educación, las reparaciones y la complementariedad.

Confío en que a través de estas páginas se hagan una idea más ajustada y profunda del ICTJ y de su labor durante los últimos 15 años, y que dicho trabajo los inspire y los anime a encontrar formas de apoyarnos en los años venideros.

Cordialmente,

David Tolbert, presidente del ICTJ

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FOTO: David Tolbert (Laura Barisonzi/Lawdragon Inc.)