Tres años después de la revolución, Túnez intenta saldar cuentas con un pasado difícil

16/01/2014

Por David Tolbert, presidente del ICTJ

El 14 de enero hizo tres años que Zine El Abidine Ben Alí huyó de Túnez ante la masiva insurrección que se alzó contra su despótico régimen, caracterizado por la represión y por la corrupción generalizada. Fue el punto álgido de una revolución desatada por la autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un vendedor callejero de Sidi Bouzid que, en un acto desesperado, se quitó la vida para protestar por el trato injusto y humillante que había recibido por parte de la policía local.

Con la revolución tunecina nació una oleada de protestas populares en la región, durante la cual cayeron los regímenes de Egipto y Libia, hubo levantamientos en Bahrein y Yemen, y manifestaciones que acabaron conduciendo a una guerra civil en Siria. Entre los altercados, actos de violencia y malas noticias que posteriormente hemos recibido de la región resulta fácil pasar por alto los avance registrados en la «zona cero» de este despertar regional.

Después de la caída de Ben Alí, Túnez ha tenido sus problemas, entre ellos dos importantes asesinatosque sacudieron el país, desestabilizando el panorama político. Sin embargo, hasta el momento esos trágicos acontecimientos no han hecho descarrilar al país en su proceso de transición. Después del segundo asesinato, Túnez asistió a un pacto pergeñado por enemigos políticos acérrimos. El acuerdo condujo a la constitución de un Gobierno provisional, encargado de supervisar tanto la celebración de nuevas elecciones como la adopción de una nueva Constitución.

Un elemento fundamental del progreso registrado en Túnez es la aprobación de una ley de justicia transicional.

Mientras que en los países occidentales hay quienes se preguntan qué es la “justicia transicional,” en sociedades que dejan atrás periodos de abusos generalizados como la tortura sistemática, las desapariciones masivas y los crímenes contra la humanidad, resulta crucial, sobre todo para las víctimas, determinar cómo hay que afrontar esos abusos. Las víctimas quieren saber la verdad: qué les ocurrió a sus seres queridos, quién cometió y ordenó las violaciones de derechos humanos y cómo se pueden impedir en el futuro. Quieren que los responsables de los crímenes se enfrenten a la justicia y que se les impida ocupar de nuevo puestos que exigen la confianza pública.

También quieren que se reconozcan sus sufrimientos mediante programas de reparación que ofrezcan alguna compensación material y simbólica por las vidas arrebatadas o arruinadas. En contra de quienes defienden la necesidad de “pasar página” y de olvidar el pasado, las víctimas y sus familias saben que ese pasado debe afrontarse y que, en última instancia, deberá plasmarse fielmente en los libros de historia y los programas de estudio nacionales.

Estos son procesos difíciles, pero sociedades de todo el mundo han reconocido su importancia.

En Túnez se reconoció desde el principio que era esencial saldar cuentas con el pasado. Se creó un Ministerio de Derechos Humanos y Justicia Transicional, que, con el fin de determinar cómo hacer justicia a las víctimas de violaciones de derechos, inició un proceso de diálogo nacional. El impulso y el apoyo de las asociaciones ciudadanas han sido cruciales para los procesos de justicia transicional. Esa actitud fue clave en épocas de conflictos y tensiones políticas, cuando el concepto de justicia transicional podría haber sido fácilmente barrido.

Todas esas iniciativas han comenzado a dar fruto con la aprobación, el 15 de diciembre pasado, de una ley de justicia transicional. Esta histórica ley se adoptó después de un amplio proceso consultivo, que, admirablemente desplegado en todo el país, incluso en zonas apartadas del interior, alcanzó a todos los sectores, no sólo a las élites de la capital.

La ley contempla la adopción de una amplia gama de medidas, entre ellas el establecimiento de una Comisión de la Verdad y la Dignidad, parecida a las más de 40 comisiones de la verdad formadas en otras sociedades en transición; la creación de instancias judiciales especiales que juzguen las violaciones de derechos humanos, y la aprobación de reparaciones para las víctimas a través de un Fondo para la Dignidad y la Rehabilitación de las Víctimas de la Tiranía. También incluye disposiciones conducentes a la depuración de la policía, los servicios de seguridad y la judicatura de autores de violaciones de derechos humanos. También es destacable que la ley reconoce que las mujeres y los niños fueron especialmente susceptibles de sufrir abusos y que se tomarán medidas adecuadas para cubrir sus necesidades.

Es evidente que este es sólo el primer paso de un largo y difícil proceso, cuya puesta en marcha planteará enrevesados problemas como la selección de los integrantes idóneos para constituir la Comisión de la Verdad y la Dignidad. No obstante, la aprobación de la ley constituye un enorme éxito, apuntando claramente que Túnez está decidido a afrontar los abusos del pasado.

Después de tres años, hace tiempo que se han dejado atrás los impetuosos días de la “primavera árabe” y en Egipto los militares han vuelto al poder; en Siria se está produciendo un baño de sangre y en otros países de la región perviven regímenes represivos. Puede que en algunos países la senda de la transición hacia un futuro más democrático en el que se respeten los derechos humanos -algo que muchos esperaban, en esa región y fuera de ella-, se vea como algo muy lejano. Nadie puede negarlo. Sin embargo, no debemos perder de vista que posiblemente algunos de los movimientos sociales originados durante la “primavera árabe” vayan a sobrevivir y que quizá florezcan en el futuro. La historia no suele discurrir por caminos rectos y debemos guardarnos de los analistas que siempre parecen tener razón y de los pronósticos irrefutables.

En este momento, cuando tantas cosas han perdido el rumbo en la región, justo es decir que el país en el que se inició el proceso ha tomado importantes medidas para afrontar un pasado represivo, dando los primeros pasos hacia un futuro en el que se respeten los derechos humanos. A decir verdad, los últimos acontecimientos registrados en Túnez no sólo merecen atención, sino que servirán de pauta para las transiciones de la región y de otras zonas.


Este artículo ha sido previamente publicado en France 24)

FOTO: Ciudadanos tunecinos agitan la bandera nacional y gritan lemas en una concentración que, celebrada en la Avenida Habib Burguiba de Túnez, conmemora el tercer aniversario del levantamiento que el 14 de enero de 2014 expulsó del poder a Zine El Abidine Ben Alí, dictador del país durante muchos años. (FETHI BELAID/AFP/Getty Images)