El Día de la Justicia Internacional nos recuerda: sin rendición de cuentas no hay dignidad

16/07/2012

En este 17 de julio, elegido hace poco más de dos años día de la Justicia Internacional por los Estados parte de la Corte Penal Internacional (CPI), no debemos centrarnos únicamente en la labor de este organismo.

Es vital abordar de forma más global cómo puede obtenerse justicia después de la comisión de atrocidades y por qué es necesario hacerlo. En esas circunstancias, la búsqueda de justicia presenta la oportunidad de lograr tres cosas esenciales: la reafirmación de los valores que comparte una sociedad sobre lo que está bien y mal; la recuperación de la confianza en las instituciones del Estado encargadas de proteger los derechos y libertades fundamentales, y el reconocimiento de la dignidad humana de las víctimas de las atrocidades cometidas.

La justicia penal tiene un papel capital en esos objetivos, pero los medios para alcanzarlos no radican en los procesos judiciales per se, sino en aplicar un abanico de medidas que imposibilite la negación de las pautas de los abusos cometidos; es decir, que se sepa la verdad, que se juzgue a los responsables principales, que en la medida de lo posible se concedan reparaciones materiales y simbólicas a las víctimas, y que se reformen las instituciones defectuosas para prescindir de los malhechores y evitar la repetición de sus prácticas.

La justicia se basa en el reconocimiento fundamental de la dignidad de los que han sufrido
    Durante los últimos veinte años hemos aprendido mucho sobre cómo hacer todo esto de la mejor manera posible, pero todavía estamos empezando. La única verdad que no ha dejado de quedar patente es que la llave de la justicia no radica en la retórica, en juicios esporádicos o en una única comisión de la verdad, sino en un reconocimiento fundamental de la dignidad de quienes han sufrido. Si nos tomamos eso en serio, lo demás vendrá más fácilmente.

La búsqueda de la justicia ha avanzado mucho en las últimas décadas y, por tanto, en el mundo han aumentado mucho las perspectivas de protección de los derechos y las libertades fundamentales. Ya hace tiempo que a los responsables de asesinatos, torturas, violaciones, desapariciones y hambrunas a gran escala se les ha advertido que no pueden esperar salir impunes.

En parte, el Día de la Justicia Internacional consiste en reafirmar una promesa que la comunidad internacional hizo a las víctimas: esos crímenes no se tolerarán. Es un día en el que todos, más allá de las ideologías, podemos insistir en lo que está bien y lo que está mal: que nunca será aceptable hacer desaparecer a una persona porque discrepe de nuestras ideas políticas; que nunca será aceptable violar a una muchacha porque tu oficial te diga que esa es una especie de retribución; que nunca será aceptable torturar a un prisionero porque sus compañeros hayan atacado a los tuyos.

Aunque estos principios son casi espantosamente mínimos, todavía nos vemos con frecuencia en la necesidad de defenderlos. Lo bueno es que, poco a poco, pero con paso firme, la rendición de cuentas se está haciendo realidad. Y que esa interpretación de la rendición de cuentas no solo se plasma en juicios penales, sino en las casi cincuenta comisiones de la verdad que se han constituido; en los múltiples programas de reparación aprobados en muchos países (aunque algunos sean defectuosos), y en la reforma de la policía, la judicatura y los organismos de seguridad e información.
   
"Lo bueno es que, poco a poco, pero con paso firme, la rendición de cuentas se está haciendo realidad"

Inevitablemente, habrá quienes afirmen que la justicia internacional se ha convertido en una especie de proceso contra los Estados africanos. Pero no debemos dejar que esta afirmación eclipse los progresos que se están produciendo, tanto respecto a la rendición de cuentas como a nuestra compleja interpretación de lo que significa para las sociedades lidiar con el legado de abusos pasados.

No es este el lugar para discutir la idea de que la CPI "se ceba con África". Pero pensemos por un momento, no en los dirigentes africanos que la han planteado, sino en las víctimas africanas que no pueden hacerse oír. Evidentemente, hay que criticar y combatir el doble rasero que permite a los mandatarios de Estados poderosos escapar a la justicia, pero si esto nos lleva a abandonar la lucha por el derecho a la justicia de las víctimas africanas, los únicos vencedores serán los dirigentes violentos, de países poderosos y de países débiles. Las víctimas de los crímenes cometidos en África tienen los mismos derechos que las de otras latitudes. La dignidad fundamental de un niño soldado reclutado a la fuerza en la República Democrática del Congo es tan fundamental como la de un desaparecido en la Argentina de la década de 1970, de un aldeano maya masacrado en la Guatemala de la década de 1980 o de un torturado y asesinado en el campo de Omarska, en la Bosnia-Herzegovina de la década de 1990.
“Por sí sola, la justicia penal es un instrumento de alcance limitado, pero esencial en el proceso”
    La respuesta a esas atrocidades, cometidas en todo el mundo, sigue siendo algo complejo. Ahora comprendemos mejor esas complejidades y reconocemos mejor las oportunidades de reconstrucción que tienen las sociedades si se toman en serio la dignidad de las víctimas. Por sí sola, la justicia penal es un instrumento de alcance limitado, pero esencial en el proceso. Si colaboramos en las iniciativas destinadas a alcanzar la verdad, las reparaciones y las reformas, estaremos contribuyendo a que las atrocidades no se repitan.

Hoy celebramos los avances conseguidos en la lucha por la justicia. Recordamos las luchas registradas para llegar a este punto, las vidas perdidas y las penurias sufridas en el camino, así como el combate constante y silencioso que muchos siguen manteniendo. Nos reafirmamos en la reivindicación de la justicia, el reconocimiento fundamental de lo que está bien y mal, y la conciencia de que, sin rendición de cuentas, no hay dignidad.

Artículo publicado previamente en Al Jazeera en inglés.